50 preguntas 50 años después (de la primera vez)
(CARLOS ALBERTO MONTANER entrevistado por LUIS LEONEL LEÓN. Epílogo del libro Póker de brujas y otros cuentos. Edición 50 años, editado por Colección Fugas, 2017)
Adentrarse en su escritura es un proceso donde confluyen la sabiduría y el juego con el lenguaje, las imágenes, la minuciosa observación del caos que nos rodea, lo imaginado y lo real, la memoria y lo imposible, la historia y las ideas. Leerle, con la habitualidad que hoy lo hago, es una condición, una suerte a la que me costó varios años llegar y que le debo, como otras buenas cosas, a la libertad y el exilio.
Justo al comenzar este siglo, mientras finalizaba mis estudios en el Instituto Superior de Arte de La Habana, un colega panameño (ser extranjero en Cuba tiene varios privilegios) me regaló Viaje al corazón de Cuba, el primer libro de CAM que cayó en mis manos. Antes sólo había leído artículos sueltos en un par de revistas prohibidas en la Isla. Aquél ensayo me devolvió una nación que necesitaba contemplar, comprender más allá del desastre cotidiano al que la había empujado el castrismo: ese carcinoma que ha exacerbado, como nunca antes en nuestra tierra, tantas expresiones de miseria, odio, violencia y estupidez en una triste y psiquiátrica cumbancha nacional. No conservo aquél ejemplar. Una mezcla de bondad y disparate me hizo prestarlo y fue pasando de mano en mano hasta que le perdí el rastro. Ojalá esté a buen recaudo, o mejor, que siga rodando por el país del que habla y donde no se le conoce.
Años más tarde, paseando por el Parque Central de Caracas, en un pequeño puesto de libros usados, encontré La libertad y sus enemigos (este sí lo conservo), que me habló de otras cosas y me acompañó en mi largo y tortuoso camino hacia el exilio. Desde entonces se convirtió en uno de mis autores preferidos. Cada semana me acerco a su columna, he leído casi todas sus narraciones y, poco a poco, voy descubriendo su voluminosa obra ensayística, que la censura y la desinformación me impidieron disfrutar en nuestro país.
CAM (La Habana, 1943) ha sido casi toda su vida un exiliado. En diciembre de 1960 tenía sólo 17 años cuando el régimen de Fidel Castro lo detuvo por tratar “de impedir que la dictadura comunista consiguiera consolidarse”. Junto a otros tres adolescentes, miembros como él de organizaciones de resistencia a la recién instalada dictadura, fue condenado a 20 años de presidio a principios de 1961. Pero a las pocas semanas logró escapar de la cárcel para menores y pidió asilo político en la embajada de Honduras. En septiembre de ese año, protegido por los diplomáticos y provisto de un salvoconducto, comenzó su prolongada y compleja vida de exiliado, residiendo entre Madrid y Miami, con una breve estancia en Puerto Rico.
Sus ensayos, Los latinoamericanos y la cultura occidental, Las raíces torcidas de América Latina, La agonía de América. Indagaciones sobre el fracaso hispanoamericano, Cómo y por qué desapareció el comunismo, No perdamos también el siglo XXI, Libertad, la clave de la prosperidad, o Manual del perfecto idiota latinoamericano (best seller en coautoría con Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa), son elocuentes reflexiones sobre las fisuras sociales, culturales y políticas que afectan especialmente a los latinoamericanos; agudísimas miradas que no ha podido apartar de los conflictos, personajes y motivaciones que describen sus novelas: Perromundo, 1898: la Trama, La mujer del coronel, Otra vez adiós y Tiempo de canallas.
El larguísimo látigo del castrismo (no siempre a flor de piel para los ojos del mundo e incluso de sus víctimas) le ha obligado a dedicarle varios títulos a la viscosa maraña que continúa embargando a la nación cubana: Informe secreto sobre la revolución cubana, Los cubanos. Historia de Cuba en una lección, entre otros estudios que nos cuestionan y definen.
Ha enseñado en universidades de EEUU y América Latina y es uno de los periodistas más leídos de Hispanoamérica. Decenas de diarios publican su columna semanal desde hace más de tres décadas. La revista Poder calculó en seis millones los lectores que semanalmente acuden a sus artículos y Foreign Policy lo eligió en 2012 entre los 50 intelectuales más influyentes de Iberoamérica. Trabaja como analista de la cadena CNN, es habitualmente consultado sobre temas cubanos y política internacional en diversos medios y preside el Interamerican Institute for Democracy.
Escritor, periodista, analista político, ha publicado casi una treintena de libros que demuestran cómo el camino hacia la búsqueda de la libertad y su defensa ha sido el leitmotiv de su vida. Pensar, imaginar y escribir, más que las claves de su oficio, son su pasión. Necesidad vital. Lo que no ha podido nunca dejar de hacer. Su destino.
Conversar con CAM, sea una entrevista o una charla informal, es siempre un placer, una aventura. A propósito de esta edición por los 50 años de Póker de Brujas y otros cuentos, se me ocurrió hacerle estas 50 preguntas. “Caramba, son un montón… pero con gusto te las contesto”, fue la respuesta de uno de los intelectuales más amables que he conocido.
Luis Leonel León (LLL): Póker de Brujas cumple medio siglo. ¿Qué recuerdas de la experiencia de publicar tu primer libro de ficción?
Carlos Alberto Montaner (CAM): Antes había publicado el primer libro que escribí, Los Combatientes, un poemario nada memorable. Pero el primero de ficción fue Póker de Brujas. Un libro de humor negro. En inglés lo editaron diciendo que era algo así como el “maestro del sarcasmo”. Ahora, cuando lo releí, me pareció que hay algún cuento que no merece la hoguera. Recuerdo mi emoción en la librería de “el colorado Veloso” en Puerto Rico, cuando una señora a la que yo no conocía compró un ejemplar de Póker de Brujas. Me sentí en la gloria. A los pocos minutos regresó, muy molesta, y le dijo a Veloso: “lo siento, este libro no es para enseñar a jugar póker. Devuélvame el dinero”. En unos minutos pasé de ser un escritor con lectores a un vulgar estafador.
LLL: ¿Cómo comenzó la travesía de Póker de Brujas?
CAM: Precisamente con el cuento que le da nombre al libro. Tenía unas tías-abuelas que fueron cruelmente maltratadas en la obra. Cuando era niño me llevaban semanalmente a esa casa y me parecía un ambiente terrorífico, aunque las pobres mujeres se esforzaban por ser amables. Eran cuatro mujeres de origen catalán, vírgenes y muy religiosas. Una era totalmente esquizofrénica.
LLL: En aquellos tiempos vivías en Puerto Rico.
CAM: Allí enseñaba literatura en la Universidad Interamericana. Pero mi vocación era la de convertirme en un escritor. Cuando tuve la oportunidad, en 1970, me fui a España con mi mujer y mis dos hijos. Fui a hacer el doctorado en literatura, pero con la secreta intención de tratar de quedarme si conseguía alimentar a mi familia.
LLL: ¿Me intriga saber si te gusta jugar al póker?
CAM: No me gusta jugar al póker. Mi padre era un ludópata y yo odiaba el juego. Me impactó la definición desdeñosa de Unamuno: “unos adultos idiotas intercambiándose cartoncillos de colores”. Le puse ese título porque eran cuatro las mujeres del cuento.
LLL: ¿Y crees en las brujas o en los brujos?
CAM: No creo en nada. En Puerto Rico, precisamente, utilizan una frase que se me puede aplicar: no creo ni en la luz eléctrica.
LLL: ¿Qué escribías cuando comenzaste a jugar con las palabras y las ideas?
CAM: A los 9 o 10 años escribía unos poemas espantosos contra las guerras. Comencé en la escuela, a los 13 o 14 años, a escribir proclamas en prosa. Eran horrendos textos políticos contra Batista. La sintaxis era mala. La inspiración, peor.
LLL: Te fuiste de Cuba hace casi seis décadas, logrando escapar de una prisión castrista. ¿Una aventura donde no había mucho de literatura?
CAM: Era un chiquillo de 17 años, pero muy precoz. Me había casado a los 16 y ya tenía una hija. Me condenaron, junto a otros tres estudiantes, a 20 años de prisión por “conspirar contra los poderes del Estado”, una acusación muy genérica porque, en realidad, no habíamos hecho nada concreto. Pude escaparme gracias a la ayuda de Víctor de Yurre, un amigo que tenía grandes contactos con el gobierno, porque había sido alcalde de La Habana en los primeros meses de la revolución y ya estaba secretamente enfrentado al castrismo. Él consiguió que me juzgaran y me asignaran a una cárcel de presos políticos menores de edad, llamada “Piti Fajardo”. Era el antiguo Torrens. De ahí, con la complicidad de un oficial contactado por el mismo Víctor, que nos esperó con su jeep en las afueras de la prisión, nos escapamos dos muchachos tras cortar los barrotes de la celda. Éramos Rafael Gerada y yo. Rafael había estado alzado en el Escambray contra Batista a los 15 años y luego contra Castro a los 17.
LLL: ¿Hay algo que nunca hayas contado hasta hoy, de lo que pasó en esa fuga, de los hechos y los sentimientos que te acompañaron?
CAM: No olvido la sensación de miedo mientras corríamos y la manera casual en que descubrimos dónde nos esperaba el jeep. No estaba en el sitio convenido, sino en otro. También tengo presente la cuestión de las fechas. Nos escapamos el 4 de marzo de 1961. Entonces todo era más fácil. El 3 de abril cumplí los 18 años asilado en la embajada de Honduras. El 17 de abril llegó la invasión y el régimen se hizo mucho más represivo. La persecución en Cuba se agravó terriblemente. Mi abogado me pedía que no intentase huir porque el creía que lograría mi libertad a los 18 años. Al pobre hombre lo asesinaron. Tal vez hubiera cumplido los 20 años de cárcel, o me hubiesen matado los carceleros, como hicieron con Alfredo Carrión, mi gran amigo y compañero de causa.
LLL: La libertad ha sido una constante en tu vida, te marcan la búsqueda y la pérdida de la libertad. ¿Qué relación sientes entre la libertad y tu escritura, la literatura en especial?
CAM: Tras la invasión de Bahía de Cochinos, Honduras rompió relaciones y Venezuela se hizo cargo de su representación en Cuba y de los asilados. Fueron horas terribles. Yo temía que la milicia entrara en la embajada. La embajada era sólo una casa de familia, donde originalmente éramos 14. Luego, con Venezuela, pasamos del centenar. No había diplomáticos. No obstante, era uno de los pocos lugares libres en Cuba. En ese extraño manicomio yo me sentía una persona libre, pero de una forma muy precaria. Unos setos, ni siquiera unas rejas, nos separaban de la esclavitud. Pensé que alguien, algún día, debía escribir esa aventura. Yo lo estoy haciendo ahora, pero con elementos novelescos.
LLL: ¿Creíste alguna vez en la revolución de Fidel Castro, o contribuyó el estar en contra de Batista? Háblame de este fenómeno para entender mejor aquél momento.
CAM: Cuando yo era niño Fidel Castro visitaba mi casa en la calle Tejadillo. Era amigo de mi padre y de su primo Pepe Jesús Ginjauma Montaner, uno de los jefes de la UIR [Unión Insurreccional Revolucionaria], la organización gansteril en la que Fidel militaba. Por Pepe Jesús supe muchas historias turbias de Fidel, pero me las contó tras el triunfo. Lógicamente, yo admiraba a Castro. En cambio, Pepe Jesús pensaba que sería un peligroso tirano. Sin embargo, yo creí en la revolución muy pocos meses. Tenía simpatías, como tantos jóvenes, pero me desencanté rápidamente. Me repugnaron los fusilamientos y la falta de justicia. Ya en 1960 me reunía junto a otros estudiantes con el objeto de oponernos a la dictadura comunista que nos iban a imponer.
LLL: ¿En qué momento adviertes con claridad el engaño y cómo te sentiste al darte cuenta de la realidad?
CAM: Los juicios revolucionarios marcaron mi ruptura, como la de tantos cubanos. Fueron un espectáculo repugnante. Especialmente el de los pilotos militares, primero absueltos por falta de pruebas y luego juzgados por orden pública de Fidel. El militar que los absolvió se suicidó. Me pareció terrible. 1959 nos trajo la denuncia del comandante de la Aviación Pedro Luis Díaz Lanz, la increíble acusación contra el presidente Manuel Urrutia, el apresamiento injusto de Huber Matos, la persecución a Luis Conte Agüero. Y una conversación muy franca con un amigo comunista que me explicó que ellos estaban en el poder. La suma de esos elementos actuó como un revulsivo.
LLL: ¿Qué has estado buscado desde entonces?
CAM: La democracia y la libertad para todos los cubanos y un lugar para mi familia y para mí en el que no me sintiera extranjero. He fracasado en ambas tareas.
LLL: Siempre has sido más que un contador de historias. Además de relatos y mensajes, tus libros están repletos de ideas. ¿Qué son para ti las ideas?
CAM: Si hay algo importante en esta vida es tratar de comprender. Comprender es aprender y es poder explicar. Y todo eso existe gracias a las ideas.
LLL: ¿Qué te impulsa y mantiene en el oficio de escribir?
CAM: Opinar, participar del gran debate. Y, si puedo, aportar algo.
LLL: ¿Cuando escribiste Póker de Brujas, querías decir algo más allá del relato?
CAM: Cuando uno comienza a escribir lo hace con gran timidez. Ése era mi caso. Encuentro en estos cuentos una necesidad de relatar algo interesante. En esas narraciones hay historias curiosas y cierto humor negro al servicio de ellas. Cuando era joven me encantaba el humor negro. En esa época leía mucho a Jardiel Poncela.
LLL: ¿Con qué relatos y personajes del libro te identificas más?
Los cuentos más cercanos a mí son Póker de Brujas, por el ambiente familiar, y A coger al enano. Recuerdo haber visto algo parecido desde un autobús en La Habana. En Puerto Rico, pocos años después, conocí personalmente al enano. Repartía pan y era famoso. Nunca supo que moriría en un relato mío. Seguramente no lo hubiese entendido.
LLL: Ha escrito más ensayos y artículos periodísticos que literatura. ¿Por qué?
CAM: Porque el ensayo y el artículo me parecen obras literarias importantes, aunque tengan reglas estéticas diferentes. La prosa de los artículos y de los ensayos es diferente, pero son parte de mi vida como escritor. También es diferente a la prosa de los relatos. Cada género tiene sus propias claves.
LLL: También has escrito poemas. ¿Qué poetas te gustaban entonces?
CAM: Cierto. Cometí poemas y pido perdón por ello. No son buenos. Supongo que las emociones primarias y primeras se expresan mejor en versos. Me gustaban Vallejo, Miguel Hernández, incluso Borges.
LLL: ¿Cómo suele ser tu proceso de escritura, el literario y el de las columnas?
Son dos procesos totalmente diferentes. En las novelas mezclo personajes de ficción con personajes de carne y hueso en ambientes históricos que realmente existieron. El objetivo es interesar al lector por medio de sus emociones. Los artículos suelen ser comentarios a partir de sucesos. El propósito es debatir racionalmente algún tema del momento. La prosa es más rápida. Me impresionó mucho un director que definió los periódicos como campos de batalla en los que la información causaba muchas bajas, pero el papel de los articulistas y editorialistas era rematar a los heridos.
LLL: Escribir miles de columnas tiene que haberte servido de mucho.
CAM: Me ha servido para eliminar de la prosa todo lo que es superfluo y para aprender a sintetizar lo que se quiere decir.
LLL: ¿Que te lean cada semana varios miles de personas, qué tipo de sensación o de certeza te proporciona?
CAM: Me gusta, pero sé que los lectores no tratan de formarse una opinión con lo que leen, sino buscan alguien que coincida con su punto de vista y lo ayude a organizar sus ideas. En medio siglo todavía no me he encontrado un lector que me agradezca que le haya hecho cambiar de opinión. Si coincides con lo que el lector cree, eres un genio. Si discrepas de su criterio, eres un idiota. Así de simple.
LLL: Suele repetirse, incluso por parte de ejecutivos de periódicos, que a la gente ya no le interesa leer mucho o que sólo quieren leer textos cortos. ¿Qué opinas?
CAM: Debe ser cierto en alguna medida, pero los libros exitosos pueden tener cien páginas o novecientas. Coincido, sin embargo, en que los jóvenes prefieren los textos cortos. El secreto de algunas revistas es muchas fotos acompañadas por textos explicativos. Twitter con sus 140 caracteres ha limitado el campo mucho más.
LLL: ¿De tus libros cuáles prefirieres?
CAM: Las cinco novelas que he escrito no las destruiría. De ellas la que más me gusta es Otra vez adiós. De los libros sobre mi país, y he escrito varios, escojo Viaje al corazón de Cuba porque explica rápidamente qué pasó en esa isla y por qué pasó. De los ensayos generales, tal vez tienen alguna originalidad Libertad, la clave de la prosperidad y Los latinoamericanos y la cultura occidental.
LLL: ¿Y de los muchos libros que has leído, cuáles han sido tus títulos y autores de cabecera?
CAM: Cuando era un muchacho me encantaron Los tres mosqueteros y Sinué el egipcio. Cuando comencé a leer en serio, en mi juventud, me decanté por Ortega y por Valle Inclán. Aprendí economía leyendo La acción humana de Mises y me expliqué los peligros del socialismo por medio de Camino de servidumbre de Hayek. Le debo mucho a Aron, a Revel, a Friedman. Hoy uno de mis pensadores favoritos es Douglass North.
LLL: ¿Te gusta enseñar?
CAM: Quizás porque enseñar es compartir algo. Me gusta. Además, preparar las clases o conferencias es una forma de aprender. Eso también me gusta.
LLL: ¿Y la política?
CAM: La política siempre me ha interesado. Creo que si no se cumple con los deberes cívicos hay una mutilación importante en la vida de las personas.
LLL: Conozco varias personas, incluidos varios intelectuales y políticos, que afirman que serías un gran presidente de Cuba. ¿Qué crees?
CAM: Todo comenzó como una broma de Jaime Bayly a la que se sumó muy divertido Oscar Haza. Pero en 1989 creé un partido político, la Unión Liberal Cubana, convencido de que en Cuba pasaría lo mismo que en Europa del Este. No creía en la terquedad suicida de Fidel Castro. Me equivoqué. Entonces me hubiera gustado participar en una transición cubana hacia la democracia. Aprendí mucho en la transición española y me hubiera encantado aplicar esos conocimientos en Cuba. Como han pasado muchos años y la política es cosa de gente joven, sólo aspiro a poder aconsejar a alguien que lo necesite y aprecie.
LLL: El régimen cubano, en su afán de descalificar a sus opositores, sigue diciendo que eres un agente de la CIA.
CAM: Es la calumnia habitual de los regímenes totalitarios. Es lo que llaman “asesinato de la reputación”. Jamás he tenido nada que ver con la CIA. Incluso, si hubiera querido no habría sido posible. Desde el gobierno de Carter es ilegal que un periodista estadounidense trate de influir en la prensa de su país. Era y soy un ciudadano norteamericano que escribe en la prensa de Estados Unidos. Yo no podría escribir en The Miami Herald o ser analista de CNN si fuera un agente de la CIA. Todo esto lo he contado en uno de los capítulos de un libro colectivo titulado El otro paredón, publicado por Eriginal Books. Para tratar de desacreditarme se inventaron que me habían formado como agente en Fort Benning, y jamás he estado en ese lugar. Se inventaron que la CIA me trasladó a Puerto Rico, cuando fue una recomendación de mi profesor José Agustín Balseiro a la Universidad Interamericana, un insigne puertorriqueño, lo que me permitió acceder a una cátedra tan pronto terminé el Master en la Universidad de Miami. Luego dijeron que la CIA me había trasladado a Madrid y me había dado los fondos para crear la Editorial Playor. Una completa mentira. La Universidad Interamericana me prestó el dinero para viajar a Madrid y estar dos años allí. Cuando decidí quedarme, porque la editorial generaba ingresos, le devolví el préstamo a la Interamericana. Playor se creó sin dinero, como suelen hacer los inmigrantes, primero como una especie de vanity press académica de calidad (sólo aceptábamos investigaciones buenas), en la que los autores pagaban por la publicación de sus obras, hasta que tuve dinero para editar libros por mi cuenta y riesgo. No logré insertarme en el circuito de la ficción, sino en el de los libros auxiliares para la enseñanza de español. De alguno de ellos logramos vender un millón de ejemplares. Para darles verosimilitud a sus mentiras los comunistas suelen acompañar sus calumnias agregando una falsa coletilla: “de acuerdo con material desclasificado”. Ese material no existe ni puede existir.
LLL: ¿Crees que la CIA, a pesar de ser nombrada tanto tiempo por la dictadura cubana, ha hecho el trabajo que necesitaban los EEUU, Cuba y el mundo para eliminar el cáncer del castrismo?
CAM: La CIA hizo mal su trabajo desde 1960, cuando sus dirigentes pensaron que podían repetir en la Isla lo que en 1954 habían llevado a cabo en Guatemala. En todo caso, la CIA es sólo un instrumento de la Casa Blanca. La responsabilidad final es de los políticos que mandan en el país.
LLL: ¿Cómo explicas hoy día la permanencia de la dictadura castrista?
CAM: La permanencia de la dictadura cubana es una consecuencia de la habilidad y de la enorme extensión de su sistema de inteligencia. Fidel Castro, como sucedió con Stalin, era fundamentalmente un gran policía. La contrainteligencia cuenta en la Isla con más de cincuenta mil hombres dedicados a controlar la vida de los cubanos, y muy especialmente la de los cuadros del régimen, para que no conspiren, y la de los opositores, para que no puedan operar con un mínimo de eficiencia. El KGB soviético y la Stasi alemana fueron los maestros de la DGI cubana. La clave de la supervivencia del castrismo es ésa y no el supuesto apoyo del pueblo. La mayor parte de la gente se siente indefensa, pero no respalda al régimen.
LLL: Viviste pocos años en Cuba y pesar de haber residido más de medio siglo fuera, eres muy cubano, más que muchos que han vivido en la isla toda la vida.
CAM: Viví hasta los 18 años en la Isla, y hoy tengo 74, pero me siento esencialmente cubano, pese a las cuatro décadas pasadas en España, país, por cierto, al que amo. ¿Por qué me siento cubano? No lo sé. Quizás sea una deficiencia mía. Quizás sea que desde que salí de Cuba no ha pasado un solo día en el que la Isla no haya estado presente, como hoy, que respondo estas preguntas.
LLL: ¿Cuánto te ha influenciado el pensamiento cubano?
CAM: He leído mucho a los clásicos cubanos: Martí, Varona, Ortiz, Santovenia. Y en el exilio cultivé la amistad de Leví Marrero, el autor de Cuba: Economía y Sociedad, la mejor y más completa historia de Cuba, pese a que termina en 1868. Según Leví, Ramiro Guerra había hecho un gran trabajo a partir de ese año. Para mí fue muy importante la influencia de Leví. Lo estimé mucho.
LLL: Tienes una especial relación con las artes, sobre todo con el cine.
CAM: Me encanta el cine. Mi mujer y yo vamos muy a menudo. Los maestros Francis Ford Coppola, Louis Malle y Federico Fellini son mis favoritos, en lo que no demuestro la menor originalidad, aunque hemos visto las obras de cientos de excelentes directores. En su momento fuimos pequeños coleccionistas de la buena pintura cubana, esencialmente la figurativa: Portocarrero, Carlos Enríquez, Dirube, Mijares, Calzada, y así hasta 40 maestros. Aunque tenemos un par de magníficos abstractos de Baruj Salinas.
LLL: ¿La edición de libros, oficio que ejerciste por décadas, qué te enseñó?
CAM: Originalmente pensaba publicar buena ficción, pero como la economía de mercado es “tanteo y error”, acabamos publicando manuales de ortografía, gramáticas y series de español para niños. La experiencia me sirvió para entender que hay que producir lo que el público demanda y no lo que uno desea.
LLL: ¿Eres ateo o agnóstico?
CAM: Soy agnóstico. El ateísmo me parece una declaración muy arrogante. Sencillamente, no sé. No sé si Dios existe y, si existe, no sé si tiene alguna relación especial con los humanos. La historia del cristianismo me parece asombrosa. Dejé de ser cristiano cuando, en cuarto grado, en los Maristas de la Víbora, el hermano que nos enseñaba catecismo nos explicó que suscribir el Credo era lo que nos hacía cristianos. A los 10 años yo no era capaz de suscribir los planteamientos del Credo. Era una concesión a la irracionalidad que iba más allá de mis posibilidades. Si había dejado de creer en los Reyes Magos me pareció que carecía de sentido creer en otros relatos fantásticos.
LLL: ¿Cuáles han sido los momentos más terribles y cuáles los más felices de tu vida?
CAM: El más terrible, la noche en que fusilaron a Julio Antonio Yebra a principios de enero de 1961. Nunca lo olvidaré. Al día siguiente el mismo tribunal nos juzgaría a nosotros. Los momentos más felices los asocio a los cambios políticos. Los días posteriores a la fuga de Batista fueron muy gratos. Los días en los que el franquismo le dio paso a la democracia también. Recuerdo con gran felicidad el reencuentro en Miami con mi familia en septiembre de 1961. Llevábamos ocho meses aislados. Yo estaba en una embajada asilado hasta que me dieron el salvoconducto. Mi mujer y mi hija, mi madre y mis hermanos, estaban en Miami. Reencontrarlos me produjo una gran felicidad.
LLL: Se casaron muy jovencitos Linda y tú. Se puede decir que llevan toda la vida juntos como pocas personas en el mundo.
CAM: Es una relación muy rara que casi nunca funciona durante tanto tiempo. Estamos juntos desde los 14 años de edad. Curiosamente, nos unió una bomba que puso el 26 de Julio en el Club Comodoro. Linda estaba con unos hermanitos que lloraban y yo me acerqué a protegerlos y a sacarlos del barullo. Desde entonces estamos unidos. Crecimos juntos, pero acabamos siendo muy diferentes. Ella es organizada y metódica. Yo soy medio caótico. Pero nos hemos querido mucho y forjamos una familia fundada en el amor.
LLL: ¿A qué es lo que más les temes?
CAM: A la estupidez mezclada con la vulgaridad. Es una combinación que, lamentablemente, abunda entre nosotros los cubanos.
LLL: ¿Cuáles son las cosas que más te gustan?
CAM: Visitar lugares nuevos, una conversación inteligente, un libro o una película que me emocionen, descubrir nuevos amigos agradables.
LLL: ¿Qué es ser un exiliado, y en especial un exiliado cubano, y tanto tiempo?
CAM: Al principio, crees que tu tarea es contarles a los no-cubanos las vicisitudes por las que tú pasaste y por las que atraviesan tus compatriotas. Pero enseguida descubres que esas historias no les interesan a casi nadie. Percibes que sólo puedes y debes relatarlas en un marco adecuado y a muy poca gente. Te sientes como el portador de una mala noticia que debes ocultar. Estar exiliado cansa. Fatiga.
LLL: ¿Y cómo ha sido ser siempre un escritor exiliado?
CAM: No ha sido fácil. Cuando vives en el extranjero, pero procedes de un país normal, tu patria no trata de hundirte. Incluso, a ves te ayuda. Cuando eres un exiliado cubano tienes en contra una maquinaria sistemáticamente dedicada a difamarte o a silenciarte. Como las palabras “escritor” e “intelectual” tienen cierto prestigio, cuando no pueden evitar utilizarlas las entrecomillan como para indicar que no son ciertas, que eres un impostor. Los escritores y artistas enfrentados a gobiernos totalitarios tienen que pasar por esas y otras ofensas. A mí me han hecho varios actos de repudio o escraches, como ahora les llaman. Recuerdo una vez que hablaba en el Ateneo de Madrid y llevaron a unos comunistas portugueses a que me gritaran “asesino”. Ingenuamente, pregunté por el micrófono “¿asesino de quién?” y entonces me respondieron en coro “asesino de niños”.
LLL: Dentro de Cuba, la literatura cubana del exilio se desconoce porque el régimen la tiene censurada. Pero en el resto del mundo la literatura cubana que más se conoce es también la que se hace dentro de la isla. ¿Por qué, a pesar de tener grandes autores en la diáspora, sucede este fenómeno terrible donde la literatura libre, hecha fuera del régimen, se lee menos que la literatura limitada y muchas veces cómplice que se produce dentro?
CAM: Los gobiernos totalitarios son máquinas de promoción de imágenes. Como suelen fracasar estrepitosamente, necesitan proyectar una falsa imagen de éxito. Los regímenes totalitarios dedican enormes cantidades de recursos a promover a sus escritores y artistas, o a los que en el extranjero les sirven a sus fines. Para eso existe el Departamento de Orientación Revolucionaria o los Comités de Amistad con los Pueblos. Les otorgan cuantiosos premios a los suyos y, en el caso cubano, invitan a los extranjeros a la Isla con los gastos pagados. Una vez en Cuba la Inteligencia dispone de “Romeos” y “Julietas” -así les llaman- para que satisfagan los deseos sexuales de las personas, pero si se decantan por otros placeres también se los suministran. A lo largo de casi sesenta años el régimen ha creado un enorme grupo de receptores de favores. Son egos agradecidos. El propio Fidel Castro tenía una nómina de personas a las que favorecía con diversos regalos: desde puros aromáticos hasta afrodisiacos como el PPG, pasando por invitaciones a seminarios con escala en la playa de Varadero. La dictadura no escatima en promociones.
LLL: ¿Para qué te ha servido hacer literatura?
CAM: Para disfrutar. Se sufre durante el proceso, pero cuando pones el punto final sientes una enorme satisfacción.
LLL: ¿Qué es lo que más ha aprendido de la vida?
CAM: Tal vez a ser paciente y a escuchar.
LLL: Si no hubieras escrito estos relatos hace 50 años y los tuvieras que escribir ahora, cómo serían?
CAM: Probablemente no hubiera sido sarcástico. Tal vez no habría recurrido a la monstruosidad de esos caracteres. Hoy soy muy diferente a aquel joven escritor.
LLL: ¿Cómo ves hoy los relatos de Póker de Brujas?
CAM: Los veo como un primer libro de alguien que pretendía ser escritor.
LLL: A no pocos autores les sucede que llevan años intentando escribir una determinada historia. ¿También es tu caso?
CAM: Escribo ahora una novela de la que llevo cuarenta años hablando. Creía que me resultaría muy fácil y no es verdad. Es una novela basada en mi experiencia como asilado en la embajada. Muchas anécdotas simpáticas pierden la gracia cuando las escribes.
LLL: ¿Qué otra historia escribes por estos días, y qué te apasiona o atormenta de sus personajes?
CAM: Simultáneamente, escribo mis memorias, pero las tengo muy retrasadas. Me atormenta mi relación con mi padre. En el exilio he descubierto algunos datos que no me gustan nada. Temo que las memorias sean un ajuste de cuentas y eso no me gusta.
LLL: Además de un elocuente entrevistado eres un excelente entrevistador. ¿Qué tipo de cuestionario te seduce?
CAM: Me gusta hacer preguntas que conduzcan al entrevistado por parajes poco visitados. No me gusta hacer sentir mal al entrevistado. Prefiero la empatía a la antipatía. Me mortifican los enfrentamientos, salvo en los debates.
LLL: ¿Y ahora, estando en el lugar del entrevistado, y no por poco tiempo, cómo te has sentido?
CAM: Creo que esta voluminosa entrevista lo tiene todo. Lo que detesto contestar y lo que amo responder. Ha sido un magnífico cuestionario.
LLL: Creeré en el elogio como en la luz eléctrica. Y te prevengo que en el 2028, cuando celebremos los 60 años de Póker de Brujas, te haré… diez preguntas más.
CAM: Menos mal que no son 60 más. Aceptado.
Miami, septiembre de 2017.
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