Leyes infames: doctrina Sánchez Berzaín
el nacional, 24 DE NOVIEMBRE DE 2017, 12:42 AM
Empiezo recordando una verdad de
Perogrullo en cuya esencia se fundamenta la permanencia de varios gobiernos no
democráticos en Latinoamérica: los regímenes infames no se caracterizan por
crear leyes, sino por destruir la legalidad.
El
secuestro de la ley, no exento de vítores y de masivo fanatismo popular, que en
ocasiones transciende las fronteras nacionales, es la primera acción demoledora
de estas dictaduras, y la vigilarán y alimentarán como la niña sombría de sus
ojos. Lo mismo hacen con los medios de comunicación, la banca nacional y todas
las grandes empresas y, por supuesto, el Poder Legislativo, el ejército y la
policía (que quedará bajo la égida de un terrorífico organismo superior: la
policía política). Después de este knockout a la sociedad civil y las
instituciones del Estado, lo demás es seguir el manual para preservar, a como
dé lugar, el control del país.
Una
de las estrategias más efectivas del mal es su capacidad de cambiar
constantemente de semblante. Los caudillos de las llamadas dictaduras del siglo
XXI han abrazado el poder encaramados en los andamios del populismo y luego, en
vez de cumplir sus promesas, supuestamente en nombre del pueblo y del bien
común, decomisan todos los poderes públicos, y lo hacen (esa es su máscara y su
estocada) como si fuese lo más legal, justo y necesario del mundo. Muchos,
desgraciadamente, le creen, y los que no, corren el riesgo de ser reprimidos.
Así las cosas en buena parte de Latinoamérica (y ojo, que sus discípulos no
dejan de amenazar a Europa y cualquier sitio donde las fisuras sociales,
culturales, políticas y económicas le permitan sembrar sus viejas trampas
renovadas).
Un
arma muy poderosa para destruir la institucionalidad y las bases de la sociedad
civil es la implantación de “leyes infames”, como denomina el abogado, político
y politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzaín, a los macabros instrumentos de
apariencia legal, que emiten los regímenes autoritarios (desde Cuba en 1959
hasta sus actuales satélites) con el objetivo perpetuarse en el poder.
Se
entiende por doctrina el “conjunto de ideas, enseñanzas u opiniones sostenidas
por un autor”. De ahí que con el concepto de “leyes infames”, podemos sostener
que el doctor Berzaín ha fundado una doctrina jurídica, la doctrina Sánchez
Berzaín, que es el desmontaje conceptual del antifaz democrático de las
dictaduras que imperan hoy día en nuestro hemisferio: Cuba (germen y capitanía
de esta pandemia, inspirada en sus maestros comunistas de Europa del Este),
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador (que aunque hoy no pocos sienten que su
camino se va separando de estas dictaduras, aún forma parte del bloque
antidemocrático de las Américas). Citando al propio Berzaín, recordemos una
realidad: “Hoy hay dos Américas, una dictatorial y otra democrática, y están
naturalmente confrontadas porque la dictatorial agrede permanentemente a la
democrática”.
¿Pero
qué es una ley infame? Sánchez Berzaín la define como una “norma que elaborada
y establecida, siguiendo el procedimiento formal para su creación, viola en su
objeto y contenido los derechos humanos y las libertades fundamentales”. Basta
ver la triste realidad de la sociedad civil y el deterioro de las instituciones
del Estado en las naciones antes citadas para comprobar el daño permanente que
pueden causar las leyes infames en todos los sectores y aspectos de la vida.
Según el autor de este concepto, una ley infame es una “no ley” porque es todo
lo contrario al concepto de ley, que se define como el “precepto dictado por la
autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la
justicia y para el bien de los gobernados”.
De
la doctrina Sánchez Berzaín derivan otros dos elementos, cardinales para la
comprensión de la ejecución de estos métodos antidemocráticos: los “jueces
infames”, que define a las autoridades que dictan fallos y sentencias violando
los derechos humanos, o aplicando leyes infames, que en lugar de proteger los
derechos humanos, los violan, ya sea por intereses políticos o por cualquier
forma de influencia indebida. De manera que la justicia se convierte en
instrumento de opresión.
Y
los “fallos infames”, que son resoluciones judiciales, nulas de pleno derecho,
por precisamente violar derechos humanos (descritos en la Declaración Universal)
o fundamentales (que figuran en las constituciones de cada país), y que toda
resolución judicial tiene la obligación de proteger en función de los
principios de igualdad, presunción de inocencia, juez imparcial y debido
proceso. En palabras más cercanas al lenguaje popular cotidiano: se trata de
mecanismos verdugos que terminan desactivando la libertad y la democracia de
los pueblos, sometiéndolos, en un falso y corrompido marco legal, a vivir en
dictadura. Esa es la realidad del bloque antidemocrático de las Américas,
las llamadas dictaduras del siglo XXI (Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y
Nicaragua), donde la distorsión de la legalidad democrática es una situación
cotidiana.
A
partir del concepto de Sánchez Berzaín, el Interamerican Institute for
Democracy ha encaminado cinco estudios, cinco libros, cuya finalidad es
desmontar las leyes infames en Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
El primero de ellos, ya publicado, se titula Leyes infames en
Venezuela. Leyes habilitantes: Apariencia de legalidad de una dictadura,
editado por el Fondo Editorial del IID y redactado por el abogado venezolano
Carlos Ramírez López, columnista de este rotativo, fue presentado el miércoles
en la sede del IID, en Miami.
¿Quién
fue el autor de la primera ley habilitante en la historia mundial? ¿Cómo y para
qué se han aplicado las leyes infames en Venezuela? ¿Cuáles son, cómo y en qué
circunstancias han sido ejecutadas estas no leyes? ¿Cuáles son sus derivaciones
y efectos? Estas y muchas otras preguntas las responde, con un análisis
detallado y elocuente, el doctor Ramírez López, quien asumió la iniciativa de
explorar el fenómeno de las leyes infames motivado por los ensayos y artículos
que sobre este tema ha venido escribiendo Berzaín.
Carlos
Ramírez López, de forma sagaz y documentada, realiza una exégesis del caso
venezolano, pues desde 1999 hasta 2015, primero con Hugo Chávez y luego con
Nicolás Maduro, en este país se han impuesto seis leyes habilitantes, así como
313 decretos ley, que han servido para disfrazar de procesos legales los
atropellos de todo tipo de casi dos décadas de dictadura.
Experto
en litigio judicial, profesión que ha ejercido por más de cuatro décadas,
Ramírez López ha realizado estudios de postgrado en derecho procesal civil,
derecho procesal penal, derecho constitucional y litigio penal internacional, y
es autor de El fruto del árbol envenenado. La Constituyente como excusa
para matar al Estado Democrático (Ed.Palibrio). Su nuevo libro abre un
camino que pide a gritos la continuidad del proyecto en otros países presos del
llamado neocomunismo.
En
los años sesenta y hasta la caída de la URSS y de todo el bloque comunista de
Europa del Este, las guerras de guerrillas en las zonas rurales y la subversión
urbana eran mecanismos claves para desestabilizar, a través del terror, la
democracia en las Américas. Pero en la década de los noventa, ante la
impopularidad de la violencia, el castrismo decidió disfrazarse de legalidad y
tomar el poder por vías simuladamente democráticas. Como sus medios,
objetivos y resultados siempre serán absolutamente nefastos, jamás se
arriesgarán a jugar a la verdadera democracia. De ahí que las leyes infames son
su principal látigo, su perpetuo chantaje, su más grande calabozo.
Hoy
la comunidad internacional tiene la obligación no sólo de abrir los ojos ante
la existencia de las cientos de leyes infames que estrangulan a los pueblos de
Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, sino también la responsabilidad
de condenar a los regímenes que con toda impunidad las implantan. Es un
imperioso deber moral ante tantos crímenes de lesa humanidad, encubiertos de
legitimidad, y de seguir permitiéndolos, su expansión puede ser algo más que un
peligro. No olvidemos una imprescindible lección de la historia: no prestar
atención a una amenaza es el camino más fácil para convertirnos en su víctima.
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