Iván Acosta, con una canción cubana en el corazón

24 de julio de 2017 - 18:07  - Por LUIS LEONEL LEÓN
El cineasta y dramaturgo presenta este viernes en Miami su más reciente apuesta por las letras en las que plasma su gran pasión por la música

Sólo le toma unos segundos sacar Mambo by the King de entre miles de discos. Mientras le veo avanzar con la reliquia hacia el tocadiscos compruebo, una vez más, que un libro puede surgir de mil maneras. Esta es la historia de cómo se escribió Con una canción cubana en el corazón, del director y dramaturgo cubano Iván Acosta, exiliado en Nueva York desde hace más de medio siglo. Arropado por 280 carátulas de LPs, narra intensos y curiosos pasajes de su vida, de la historia de Cuba y sus experiencias en EEUU.
Flashback
Veinte años atrás, mientras celebraban uno de sus comerciales para la agencia latina The Bravo Group, su colega Luis Figueroa se paró, como yo lo estoy ahora, ante la colección de discos de larga duración (LP) y le dijo: “Deberías hacer un libro con las carátulas de los LP que coleccionas. Sería interesante”.
Al cineasta, que entonces escribía una serie de cuentos breves, lo atrapó la idea. Días después mientras cenaba con otro amigo, el escritor y periodista Marc Myers (JazzWax.com), gran conocedor del jazz y la música cubana, surgió el concepto de vincular aquellos cuentos con los discos, orquestas, cantantes y canciones que forman el libro.
Confluencias
Este volumen que alberga carátulas de LPs de la era de oro de la música cubana, no pocos de ellos prohibidos o desaparecidos en la isla, puede convertirse en un texto de referencia para los interesados en Cuba, en sus ritmos y en lo qué ha significado la incomprendida y abandonada nación en las últimas seis décadas.
Confluyen en el libro música y ficción, hechos y leyendas, censura y libertad, muertes y fugas, fundar una familia en las adversidades del exilio y jamás dejar de crear y de creer que el arte es capaz de salvarnos del vacío, aferrarse a la cubanía y ser parte del mundo que habita en la Gran Manzana, el SIDA y las Torres Gemelas, tristes adioses y no abandonar nunca la esperanza.
Siente que los 80 relatos breves o viñetas del libro pueden ser el germen de 80 novelas o películas. “Me satisface este legado histórico y cultural para los interesados hoy o mañana en nuestra historia”, dice Acosta y me invita a un coñac, una de sus bebidas preferidas, mientras disfrutamos del golden hour sobre Manhattan, que asegura le ha ayudado a fantasear.
De Los hoyos a la Cocina del infierno
Desde su balcón en un piso 42 en Hell’s Kitchen, muy cerca de los teatros de Broadway, cuenta que no se vio obligado a realizar muchas investigaciones para el libro. Todas las narraciones provienen de sus memorias: “Según escribía, recordaba hechos, anécdotas, incidentes a través de mi vida. Algunos de los cuentos me tocaron el corazón, cuando los escribí y cuando los volví a leer. Algunos son muy fuertes”.
Escribir publicidad le ha servido para redactar rápido: “Podría escribir dos o tres cuentos diarios. Cuando arranqué con este libro, creo que escribí la mitad de los textos en una semana. Pero escribo poco”, reconoce el autor de El super, la pieza teatral en la que se basó el filme homónimo. Ambas obras multipremiadas internacionalmente.
“Podría vivir con muy pocas cosas materiales, con casi nada. Pero no podría vivir sin mi colección de discos, sobre todo los de música cubana”, escribe Acosta en el prefacio.
“Mi corazón late al ritmo del mambo. La música es como el agua, el coco, el marañón, el ron, el guarapo, el vino y de vez en cuando un buen tabacón de verdad, no de Cannabis”, dice sonriendo y agrega que no imagina a Cuba sin música. “Es lo más bello que nos ha dado ese increíble archipiélago”.
Sé que no es una frase hecha cuando dice que la música es “oxígeno, Sol, ríos, montañas, mar, gente, ciudad”. Un sentimiento que lo acompaña y que ha crecido con los años, desde que nació en la pintoresca barriada de Los Hoyos en Santiago de Cuba. “Allí la música se respiraba, se disfrutaba de madrugada a madrugada”, recuerda y me muestra un ejemplar de colección, Un recuerdo de Cuba, del trío Matamoros. “Bella portada que no podía faltar”.
En su barrio, de mayoría afrodescendiente, floreció la legendaria conga de Los Hoyos, la Carabalí, la Tumba francesa, la conga el Cucuyé, el trío Matamoros, músicos de la talla de Mariano Mercerón, Marco Rizo, Desy Arnaz, los hermanos Riguales, David Álvarez, Sindo Garay, Ñico Saquito y muchos otros que habitan Con una canción cubana en el corazón.
Entre discos y libros
Las 280 caratulas son su colección, que abarca más 6,000 LPs y 3,000 CDs. “Son una parte muy importante de mi hogar y de mi vida. Todos los días los miro y los disfruto al igual que ahora disfruto el skyline [paisaje] de Manhattan. ¿Impresionante, verdad?”.
Le alegra que haya revivido el coleccionar LPs. “Pero en un momento la gente los tiraba a la basura. Jamás tiraría un disco o un libro a la basura”, asegura el intelectual que atesora más de 2,000 libros. “De vez en cuando hago una recogida y los dono a instituciones que los puedan distribuir en cárceles u hospitales”.
Además de un lector, es un rescatador de discos y libros. Y no cree poder dejar de hacerlo. Rememora la tarde en la que, bajo un fuerte aguacero, iba en autobús rumbo al trabajo y desde la ventanilla vio una montaña con más de 200 LPs en la avenida Lexington. “Me bajé y rescaté como 60. Llegué a la agencia empapado. Teníamos una reunión y todos me miraron asombrados mientras mojaba todo el salón cargando los discos. Le regalé uno a cada uno para tranquilizarlos. Sólo eran 10 personas, así que me quedé con los otros 50, donde había clásicos de Frank Sinatra, Nat King Cole, Willy Nelson, Tony Bennett y Chet Baker”.
No sólo ha vivido escuchando música. En los años 70 publicó dos LPs y desde entonces ha compuesto más de 300 canciones. “Me atreví a cantar Ser tu amor y no tu dueño en el festival de la canción OTI y para mi sorpresa gané el segundo puesto, pero nunca se la he ofrecido a ningún cantante”.
“Tuve la suerte de colaborar con el guitarrista Paul Radelat y con el compositor Sergio García Marruz. En los 70, creamos un grupo de trovadores que llamamos la Nueva Canción Cubana del Exilio. La mayoría de las canciones contenían mensajes en pro de los derechos humanos y la libertad de Cuba. Hicimos más de 50 recitales en decenas de universidades en EEUU, Francia, España y Venezuela”, recuerda estos pasajes de la historia y del libro.
Los cristales de los rascacielos avisan que el Sol se despide. Pregunto por el próximo título y cuenta que tiene varios borradores y que sueña con escribir una novela. “Trabajo en un libro con cientos de fotos que he tomado a los subways de NY y relatos basados en mis experiencias en los trenes por 50 años. Lo he presentado a una colección editorial dedicada a autores cubanos exiliados, algo que necesita esta comunidad, por la que brindo, con una canción cubana en el corazón”.
El libro, editado por Un-Gyve Press, se presenta este viernes 28 de julio a las 7:30 p.m., en la galería de la emisora WDNA de Miami, 2921 Coral Way, por el presidente emérito de FIU Modesto Maidique, la premio Pulitzer Mirta Ojito y la directora del museo El Cubano, Ileana Fuentes. David Oquendo, Guido González y otros músicos ofrecerán un concierto.

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