Una isla dentro de otra isla. La pintura de Williams Carmona

No había publicado aquí en el Blog esta columna que escribí para EL NUEVO HERALD hace un par de meses, a propósito de la nueva exposición de Williams Carmona, titulada “América Le-Trina”. Con mucho gusto les comparto el texto sobre el trabajo de este cubano singular, residente en Puerto Rico, gran amigo y gran artista. 

LUIS LEONEL LEON: Una isla dentro de otra isla


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América Le-Trina se titula la nueva exposición de Williams Carmona: ser poco común, surrealista tropical, no en balde nacido en Cuba a finales de los 60, cuando el sueño de la Revolución se descubría en dogma, frontera para la creación, y la libertad se volvió isla dentro de otra isla.

Como pocos: no conserva recuerdos de sus padres biológicos. Pero por suerte tuvo más de uno afectivo, espiritual, y padrinos artistas que lo rescataron del orfelinato socialista para dejarlo inventarse un mundo, tan surreal como sus cuadros, que más de una vez chocó desencantado contra el carcomido contén de la ciudad real.
Quizás ser huérfano le hizo mirar la sociedad como una gran familia e improvisarse un universo simbólico para hablarle, para dialogar con su entorno como un niño con la luna, alzando un sartén lleno de sueños en la mano. Así germinó su surrealismo crítico, convirtiendo descontentos y anhelos en arte seductor, cazador de maravilla, su isla dentro de la isla.
Soñando en camas diferentes, diseñó imágenes que no podían ser del agrado de los censores porque cuestionaban demasiado los cánones de un estado aquejado de poder, negado al cambio que el joven artista anhelaba. De ahí que sus pinturas, esculturas y performances, como pájaros asfixiándose en la jaula, nacían marcadas por un contenido políticamente incorrecto, como solía decirse por entonces (ya no se dice tanto, pero se sigue pensando igual), pero con su inteligente y jocosa manipulación de la simbología y la ambigüedad, logró graduarse de la escuela de Arte, eso sí, con varias manchas y expulsiones en el expediente. En una ocasión introdujo a un actor en una esfera del mundo hecha de alambre, y lo hizo rodar loma abajo por el Instituto Superior de Arte, arropado con libros docentes y de marxismo, periódicos y proclamas oficialistas, y poesías, gritando frases tan ambivalentes como peligrosas.
Realizó varias exposiciones incómodas hasta que a comienzos de los 90 una canción de los Van Van, entre alegrías y desganos, retumbó en sus oídos: La Habana no aguanta más. Su eco lo llevó a Puerto Rico, que después de 20 años es su personal isla del encanto, su casa, su estudio, su familia, su otra isla.
Desde 1997 sus obras integran colecciones de museos y casas de subastas de Europa, Latinoamérica y EEUU (Christie’s, Phillips de Pury, Sotheby’s) y amantes de un arte que juega con las ideas, formas que hablan, lienzos coloridos y tupidos, que a pesar del cansancio intelectual y la cotidiana tontería televisiva: ponen a pensar. Además de regalar disfrute visual, su meta es provocar al pensamiento.
En Cuba, paraíso tropical de surrealismo decadente, conoció en las calles a Chagall y Dalí antes que en los museos y la escuela. Los surrealistas, bajo el sudor socialista, le brindaron el hallazgo de esa mágica fuerza que puede transformar un sombrero en geografía o un sartén en álbum fotográfico. Y ambos en la memoria de un hombre, un país, un continente. Con esta arma que no lanza balas ni amenazas, sino sueños, aprendió a desenredar, primeramente, la telaraña de la realidad cubana, y luego de Latinoamérica. Su otra gran isla.

Con América Le-Trina viene a llamarnos la atención sobre el medioevo político y cultural que vive la región, que según las estadísticas, tiene el récord en la producción de caudillos y estafas sociales. Sus invenciones bien podrían ilustrar el Manual del perfecto idiota latinoamericano.
Cuba la lleva en el alma y la memoria. Con el orgullo de un infante, el año próximo construirá en Miami un monumento a Celia Cruz, de quien se siente hijo.
Experto en alegoría pictórica, enamorado del juego de la anfibología, el collage y la ironía, hijo del desacato a la autoridad política y cultural: es uno de los creadores más llamativos y perseverantes de un surrealismo tropical que suele escaparse a las categorías. Se siente un ser latinoamericano, libre e ingenioso, que trabaja, sueña y se expresa en español, armado de trazos, colores, símbolos del mundo nacidos en el trópico.
Así se inventó América Le-Trina, que inaugura este sábado 12 de octubre, en Unix Gallery (2219 NW 2nd Ave, Miami) en el circuito de galerías de Wynwood. Valdrá la pena disfrutar estas islas salvadas de la imaginación. Islas que emergen desde nosotros mismos. Islas dentro de las islas.

Escritor y cineasta.
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