Helmut Newton: la desnudez es una canción cotidiana

Imprimir Martes 4 de junio del 2013
LUIS LEONEL LEON: Helmut Newton: la desnudez es una canción cotidiana





Las imágenes de Helmut Newton, húmedas de irreverencia, glamour y erotismo, no abundaban en La Habana de los 90, varada entre absurdas consignas de resistencia, éxodos, paranoia, concurridas soledades, delirantes escaseces. Fue una suerte surrealista como esa ciudad que un amigo (ciego, por cierto) me regalara una revista con sus fotografías. Comencé a describírselas y terminé haciendo un programa de radio sobre fotos que casi nadie había visto. Desde entonces disfruto sus escenas de hermosísimas mujeres posando semidesnudas en medio de la calle o en ásperos rincones donde no estarían a no ser por el impulso y la imaginación desafiante, sincera y carnal de un creador que rendía culto a la sensualidad.

Germano-australiano de cuna judía, murió en Los Ángeles en un accidente de tránsito a los 83 años. Pasión infinita por la fotografía, chicas sexys en tacones, liberal fetichismo, excesos, no pocos relajos y auténtica perseverancia: marcaron una vida llena de tropiezos. El padre le pedía trabajar en su fábrica de botones, mientras soñaba con el obturador. En su primera sesión intentó documentar el Metro de Berlín consiguiendo un velado fracaso. Pero su ilusión no entendía de desánimos. El fascismo le hizo huir a Singapur y en la maleta no cargó una cámara sino dos, y aunque sus fotos sociales no cautivaban al diario para el que trabajaba, logró llevarse par de panes a la boca. Fue despedido y deportado a Australia. Inolvidables vacaciones en un campo de concentración y una temporada en el ejército hasta acabar la II Guerra. Se cambió el apellido y montó un pequeño estudio que cerró para irse a Londres. Y luego a París, donde las páginas de Vogue y Elle le abrieron las piernas, como las damas de sus instantáneas, para iniciar la carrera de uno de los más desenfadados y seductores retratistas.

Su autobiografía (disponible en español) narra el largo y tortuoso camino al éxito, enfatizando en los obstáculos más que en las recompensas. Le miraron de soslayo por fotografiar la moda, antes del salto con vallas a los museos. Le tildaron de retozar demasiado con lo fashion, banalidades, apariencias, pasando por alto una ingeniosa mirada que muchas veces (antes y después del postmodernismo) deconstruía la moda como la sociedad. Fascinó con atrevimientos, desvergüenzas, y hasta con la vulgaridad que decía adorar. Le divertía la carne desvestida en inusuales escenarios. Diseñó poses incómodas para ojos comunes. Símbolos nuevos y desconcertantes. Compuso obras jugosas de multiplicidad, contrastes, ambigüedad, camaleónicos mensajes, publicidad diciendo otras cosas. Lo mismo divulgó pasarelas, relojes, ropa interior, que retrató a Mónica Bellucci, Catherine Deneuve, Mick Jagger, David Bowie, Andy Warhol. Con la desnudez creó un discurso matizado por el riesgo, aunque la mayoría viera más los síntomas del deseo y la provocación.






El mal gusto le resultaba más excitante que el pretendido buen gusto, que no es más que la normalización de la mirada. Si el mundo del arte me rechaza, no puedo decir más que: buena suerte al mundo del arte”. En su credo “una buena fotografía de moda debe parecer cualquier cosa menos una fotografía de moda: un retrato, una foto recuerdo, una foto de paparazzi”. Su obra es la irreverencia hecha seducción, o viceversa. La desnudez canción cotidiana. Entre erotismo y publicidad, mujer y moda: construyó un estilo que no pocos imitan a veces sin saberlo.

Hasta el 6 de junio el Palacio de Exposiciones de Roma exhibe 180 piezas de Helmut. Será un placer fugarse de la urgencia del Metro para frente a sus imágenes sentir como el silencio se embaraza de voces, nombres de mujer, música, historias, gemidos. No podrás olvidarlas. Y hasta quizás te reinventes esas icónicas modelos, como mi amigo Joaquín, mientras me escuchaba describirle las fotos de aquella revista, imaginado glamorosas mujeres posar entre el discreto encanto de las ruinas habaneras, sobreviviendo al implacable sudor del trópico, como si estuvieran en París.

Escritor y cineasta cubano exiliado.

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